Perteneciente hasta el siglo XV a la Comunidad de la Villa y Tierra de Berlanga -Berlanga de Duero, de cuyo fenomenal castillo asentado sobre los quebrados farallones labrados con la paciencia de siglos por las aguas del río Escalote, fue señor feudal el Cid Campeador- y en la actualidad dependiente del partido judicial de Almazán, la fisonomía medieval de Rello invita siempre a un viaje por el tiempo, donde a cualquiera que pasee por sus milenarias calles, le está siempre permitido dejarse llevar por la imaginación y perderse en los placeres del ensueño.
No es para menos, si tenemos en cuenta el entorno legendario en el que localiza -a poco más de una docena de kilómetros de la legendaria Barahona, famosa no sólo por sus misteriosos pozos airones, sino también por la fama de haber sido hábitat de brujas en el pasado e incluso la interesante población de Bordecórex, donde asevera una vieja tradición que murió el caudillo árabe Almanzor, cuando se retiraba mal herido hacia Medinaceli- y en las proximidades, además, de la frontera con Guadalajara, distante apenas una treintena de kilómetros de villas de antiguo abolengo, como la señorial y catedralicia Sigüenza, cuna del famoso Doncel.
Situada, cual metafórico y comparativo nido de águilas sobre un risco de roca caliza, aunque severamente atacadas por el paso inexorable del tiempo y la no menos sediciosa indiferencia del hombre, sus murallas, no obstante, todavía permiten suponer, por poco que nos detengamos a contemplarlas, la gloriosa magnificencia que tuvieron en el pasado, protegiendo a una ciudadanía que veía su tiempo pasar en continuas refriegas y disputas, pues no en vano, Soria, la también conocida como la Extremadura de Castilla, constituyó, durante siglos, la frontera que separaba dos mundos antagónicos: la España cristiana al Norte y el Califato musulmán de Córdoba al Sur.
Con estos antecedentes, no es de extrañar que en nuestro pequeño paseo por Rello y su entorno, nos encontremos referencias a ambas culturas, testimonios de una época violenta, que denominada con el patriótico nombre de Reconquista, no fue, en realidad, sino un antecedente a otros dramas geopolíticos -término que tanto gusta utilizarse hoy en día- como las Cruzadas, que además de la fe, ocultaban otros intereses, políticos y económicos, que nunca han dejado de faltar en la historia de la Humanidad.
Quizás por eso y porque en el fondo, la vida para sus habitantes, no tiene el mismo carácter de abocada locura que afecta a las grandes ciudades, en Rello, su apenas veintena de habitantes goza de permisiva bienaventuranza de una vida abocada a la parsimonia de los ciclos marcados por un tiempo que parece transcurrir con la parsimonia de lo eterno.
No es de extrañar, por tanto, que apenas se comience a discurrir por los entresijos de su casco antiguo -dejado atrás el famoso rollo de justicia, que continúa siendo de hierro, como asevera, ciertamente, un antiguo cantar- el tiempo deje de tener importancia, sobre todo, si lo comparamos con el consumado goce que proporciona siempre ese dejarse llevar por el encanto de una arquitectura de época, salvaguardada por los viejos torreones, entre los que todavía sobresale parte de la torre del homenaje de su malogrado castillo, con sus fantasmas, tipo Hamlet, incluidos, que miran con fingida nostalgia hacia un entorno, que apenas ha sufrido modificaciones desde aquellos tiempos en los que, sobre las más altas de sus almenas, ondeaban los estandartes de los condes castellanos.
Una arquitectura, en algunos casos reconvertida en hostales rurales, que ven como todos los veranos, son muchos los visitantes, que huyendo de los voluptuosos inconvenientes de las grandes ciudades, vienen aquí a pasar unos días de vacaciones, buscando tranquilidad y espacios naturales cercanos, por los que perderse, en esas otras grandes aventuras que se ocultan siempre detrás de todo buen senderismo.
En definitiva: Rello, un lugar muy recomendable, donde lo que menos puede sucedernos, es que nos dejemos seducir por el imperio de los sentidos.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.